Del plato a la boca…

Nada. Nada puede darse por hecho. Es en los últimos días, en las últimas horas y a veces en los último segundos, cuando las cosas no suceden, cuando se atrofian y ya no pasan, no acontecen, no llegan. Las cosas en la vida, los proyectos, los planes ,no son redondos, no ruedan ni tienen inercia, no resulta que la fuerza que los puso en marcha los hará llegar al final y completarse, no son bolas de nieve ni canicas mágicas. Son más bien cúbicas, angulosas y la mayoría de las veces pesadas. Hay que empujarlas a cada paso, a cada cara, a cada obstáculo, no descuidarlas y no confiarse nunca. Las ideas y los planes no están fuera de nosotros como podríamos creer, sino que son nosotros, somos nosotros , por lo que para que las cosas pasen debemos seguir moviéndonos en la dirección adecuada hasta el final, siempre hasta el final y aún más, primordialmente hacia el final, es donde parece haber siempre una pequeña inclinación, una pendiente casi imperceptible, pero real, es como la bolsa transparente que contiene el agua, la bolsa que un pez tendría que atravesar para escapar de su cautiverio, invisible pero resistente, como una extraña atmósfera que habrá que romper utilizando un último y poderoso envión, un esfuerzo final y definitivo, en el momento en el que la mayoría de las personas están ya felicitándose y dándose la mano gritando «misión cumplida», es el momento en el que algunos pocos aún tienen la vista fija al frente y empujan fuerte y con precisión una última vez. La bolsa se rompe, el pez sale y si la fortuna le acompaña, se encontrará en una bolsa más amplia y más interesante que tarde o temprano habrá que volver a atravesar , claro , si se cuenta con el espíritu necesario.